3 de septiembre de 2013

Personas y escaleras = Persaleras

¿Cuántas escaleras suben a ningún sitio?

Tus ojos, son dos escaleras muertas cubiertas de polvo. Por ellas, ha trepado la enredadera del tiempo haciéndolas grises y misteriosas. Por ellas, suben los rayos de luz que pretenden alcanzar el cerebro; pero lo hacen en vano, pues al final de todos los peldaños, ¡Ay, ojos de gato! Hay un espejo que sólo quiere reflejar la luz que le interesa. De bajo de la escalinata, brotan dos pálidos manantiales de débil carmesí: Son labios, que fueron enseñados a callar, ahora libres publican palabras de bajo coste y alto rendimiento. Se hicieron capitalistas, tus labios. Invirtiendo en besos…

¿Cuántas escaleras habremos subido para intentar volar?

Yo elegí una escalera de caracol, negra y de metal como mis ojos al anochecer. Y desde allí, puesto vigía, recorría mentalmente los otoños de cada año y de cada siglo esperando los vientos alisios para poder partir en mi viaje. Y imaginaba que era un ave de paso, que volaba más allá del Norte, más allá de las montañas nevadas de horizontes opacos. Entonces me proyectaba al vacío con la esperanza de tener alas impulsadas por tus soplidos de tempestad aleatoria, como aquel que tiene esperanza de no pincharse con una espina (pero, que sería de la rosa sin espinas). Y caía, y el suelo duro y confortable me atraía a él. La Gravedad como justiciera me recordaba que no me estaba permitido volar.

¿Cuántas escaleras están por construir?

Nosotros construimos la escalera sin darnos cuenta, la escalera de peldaños infinitos. Porque cada recuerdo, cada risa, cada polvo que echamos, cada instante de enfado, cada momento que compartimos juntos nos hace subir un peldaño. Un escalón que no sabemos donde nos lleva, quizás al cielo, quizás al suicidio desde lo más alto. Pero es que, hay escaleras que nunca se acaban de subir...