10 de diciembre de 2012

"Me declaro culpable y no quiero ser perdonado"


Cuando me miraba no podía evitar derretirme detrás de mis gafas de pasta, él lo sabia y le gustaba sonreírme de manera cruel. Esa sonrisa que más que un cumplido para mí era un auto-alago. Sí, me hacía temblar. De una manera fría y calculada; me tenía en sus manos. Sabía que podía olerle a metros de distancia y jugaba a que buscara su aroma entre los pasillos del instituto, le sintiera. Pero luego se escondía entre sus amigos y me volvía a mirar con esa (patética) superioridad, y me hacía temblar (como siempre) para la mofa de sus amigos. Un día, armado de valor me acerqué a él. Mi tembleque había evolucionado: podríamos llamarlo, frío sentimental, de ese que te hiela por dentro aunque hagan cuarenta grados. Y articule palabra. Delante de sus amigos le dije que me gustaba y que me dejara besarle. Se rió, me miro con esa fatua superioridad y dijo: por encima de mi cadáver. Entonces, le di la razón, lo tuve que hacer… Luego puede besarlo. (Aunque frío nadie sabe igual).



PD: A los pocos minutos desapareció el temblor.
Y así fue, señor juez…

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